El activista sudanés Gurashi Mirghani

El activista sudanés Gurashi Mirghani SIMÓN SÁNCHEZ Barcelona

El pulso de la ciudad

Guarish, ciudadano sudanés en Barcelona: “Si la ciudad es complicada para su gente, imagínate para un extranjero”

Tras huir del conflicto que devasta su país, reconstruye su vida en la capital mientras denuncia el olvido internacional, la falta de oportunidades para los jóvenes y la transformación de la ciudad en "un escaparate sin industria ni futuro"

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La madrugada del 15 de abril de 2023, la oscuridad se quebró en Sudán con el estruendo de las armas.

Las ametralladoras retumbaban como una sentencia, anunciando otro capítulo de destrucción. En Jartum, capital del país, la guerra volvía a devorarlo todo.

Guarish lo sabía bien. Nació allí hace casi 60 años. Y aunque una beca lo trajo a Barcelona en su juventud, donde se licenció en filología e interpretación, el vínculo con su tierra nunca se rompió.

En 2007, tras varios años en España, decidió regresar. “Volví a Sudán para ver si podía ayudar a la gente que estaba allí”, explica en conversación con Metrópoli.

El desierto: su único refugio

Pero a los 57 años, con la guerra una vez más golpeando su puerta, no hubo opción. Subió a un convoy clandestino con otras ocho personas.

Cruzaban el país hacia el norte, huyendo del estruendo de las bombas y de una guerra que ya no distingue frentes ni civiles.

Durante varias noches, el desierto fue su único refugio. Dormían poco, comían menos. El silencio lo rompían los susurros del miedo y el crujir de las ruedas sobre la tierra seca.

“Si alguien se caía del convoy, daba igual, nadie se paraba”, recuerda con una serenidad que hiela. Una noche, apenas a unos kilómetros, otro convoy fue acribillado. “Ahí iba una prima mía… los mataron a todos.” Ese era el precio de huir: jugarse la vida para salvarla.

Activista sudanés Gurashi Mirghani

Activista sudanés Gurashi Mirghani SIMÓN SÁNCHEZ Barcelona

Gracias a contactos y redes de contrabandistas, logró llegar a Egipto. Desde allí, tomó un vuelo. Ocho meses después, Guarish estaba de vuelta en la ciudad que conoció en su juventud, pero esta vez no como estudiante, sino, como exiliado de guerra.

“Gracias a mi hijo, pude salir de allí”

Barcelona no era una ciudad extraña. “He vivido muchísimo tiempo aquí, la conozco, tengo un hijo en Barcelona”, cuenta con una mezcla de gratitud y nostalgia. Fue precisamente su hijo quien, al ver que la situación se agravaba en Sudán, insistió en que debía marcharse.

"Me mandó el billete y pude salir. Me insistía mucho en que tenía que salir porque la cosa estaba bastante peligrosa", explica.

De nuevo en la capital, apenas pisó tierra conocida, no tardó en buscarse la vida. Y no estuvo solo. "Tenía una amiga de la universidad, una colega desde que teníamos 18 años, que siempre la he llamado el ángel de la guarda".

Fue ella quien le abrió las puertas de una nueva etapa. “Trabajé en un restaurante, y de ahí me pasó un contacto a una fundación, la Fundación Ferrer.” Hoy, Guarish es ayudante de cocina en su programa social.

Activista sudanés Gurashi Mirghani

Activista sudanés Gurashi Mirghani SIMÓN SÁNCHEZ Barcelona

Su labor diaria es tan concreta como esencial: preparar comidas para personas en situación vulnerable. “Hacemos casi 4.200 comidas diarias”, dice. Pero más allá de la cifra, hay una convicción que lo sostiene. “Estoy bien aquí porque sé a dónde va mi esfuerzo y mi trabajo. No es como una empresa fría. Aquí veo el impacto real.”

En las cocinas de la Fundación Ferrer ha encontrado un propósito. Pero su mirada, incluso entre ollas y fogones, sigue girando hacia Sudán.

"La población civil es la principal víctima"

Su familia continúa en Sudán, atrapada en medio del conflicto. A pesar de la distancia, el contacto es diario. Las noticias no llegan por medios oficiales, sino por un mensaje de WhatsApp: masacres, bombardeos, saqueos. La guerra se cuela en la pantalla con la crudeza de lo inmediato.

“Es una guerra que parece no tener fin”, dice. Y lo más grave: “la población civil es la principal víctima y las salidas son cada vez más difíciles.” Guarish no solo ha sido testigo. Es también portavoz de una historia que resiste.

Una guerra entre generales y una transición truncada

Los enfrentamientos, iniciados en abril de 2023, han dejado un país desangrado. “La guerra destruyó hospitales, universidades y servicios básicos”. Y, en medio del caos, la ayuda internacional apenas roza la superficie. “Es totalmente una guerra olvidada”, denuncia con amarga claridad.

En el caso de Barcelona, el Ayuntamiento ha abierto un nuevo llamamiento de ayuda humanitaria a través de la Dirección de Derechos Humanos, Justicia Global y Cooperación.

La convocatoria, dotada con 300.000 euros provenientes del 0,7 % del presupuesto destinado a cooperación internacional, está destinada a financiar proyectos en Sudán y en los países vecinos más afectados: Sudán del Sur, Chad, Etiopía, República Centroafricana y Uganda.

Inversión insuficiente

 "¿300.000 euros? Eso aquí es un Ferrari. ¿Qué hacemos en Sudán con 300.000? No se trata de fondos. Lo que necesitamos no es dinero, lo que necesitamos es que presionen a los gobiernos, que paren esta guerra", añade en relación con la propuesta del Ayuntamiento.

Con décadas de diferencia entre su primera vida en la ciudad como estudiante y su retorno, señala cómo la ciudad ha virado hacia un modelo económico centrado en el turismo y los servicios, dejando de lado a su propia ciudadanía.

“Barcelona ahora está enfocada a una clase que viene a gastar dinero… parece un bar grande”, lamenta.

Activista sudanés Gurashi Mirghani

Activista sudanés Gurashi Mirghani SIMÓN SÁNCHEZ Barcelona

Para él, la falta de industria y de oportunidades reales hace que la vida sea complicada incluso para quienes han nacido aquí. “Si Barcelona es complicada para su propia gente, imagínate para un extranjero”, concluye.

Exilio y desarraigo: de vuelta a Barcelona

Para él, Barcelona, la ciudad que lo acogió décadas atrás, también ha cambiado. "Era mucho más familiar, más compacta como nación". Recuerda una época donde compartir piso era posible con trabajos esporádicos. “Trabajando cuatro fines de semana podías pagar un piso de tres habitaciones”, recuerda.

“No hay industrias, solo servicios. Han eliminado casi todas las fábricas. No proporcionan trabajo, solo servicios para una clase determinada. ¿Y la gente de aquí qué hace? El futuro de los jóvenes es un túnel oscuro”, reflexiona.

Una voz entre las ruinas

Guarish no es una cifra, ni un espectador. Es testigo, víctima, actor. Su relato teje un puente entre el polvo del desierto y el asfalto europeo.

Mientras la guerra en Sudán sigue sin portadas ni titulares, él cocina a diario para los olvidados de aquí, sin dejar de alzar la voz por los olvidados de allá. Porque la distancia entre un plato caliente en Barcelona y una vida rota en Jartum puede ser, a veces, una sola historia mal contada.