Dos vehículos, uno de la línea H12 y otro de la D20, han sido equipados con cámaras fotográficas de alta resolución para comprobar la frecuencia con la que se ve invadido injustificadamente el carril reservado al transporte público. El resultado es el previsible: ha registrado 2.500 infracciones en un mes. Y eso que sólo se han controlado ¡dos líneas! Barcelona dispone de 108.

En las redes sociales no han faltado los adictos al consumo de gasolina que han visto en la medida afán recaudatorio. Nada nuevo bajo el sol. Pero infringir las normas no es, de momento, obligatorio.

El personal que se mueve por Barcelona y su área metropolitana en transporte público debería merecer un cierto respeto. Cuando un desaprensivo, para ahorrarse él dos minutos, se para en un carril-bus hace varias cosas.

Primero obliga al conductor del transporte público a realizar una maniobra de riesgo invadiendo el carril contiguo y estorbando también a otros conductores. Segundo, hace perder el tiempo a todos los que viajan en el autobús. Tercero, dispara los costes del servicio al reducir la velocidad de los autobuses. Si pudieran circular sin problemas se necesitarían menos vehículos y menos personal.

Cuando se produce una infracción, el primer responsable es el que se salta la norma, al margen de que las dificultades que sufre para moverse o aparcar puedan explicar, que no justificar, su comportamiento.

La línea H12 cruza Barcelona por la Gran Via. Probablemente, las infracciones se han producido más en el lateral montaña que en el carril que circula por el centro.

Hace muchos años que el Ayuntamiento de Barcelona sabe que se trata de una zona problemática porque, a diferencia de otras calles del Eixample, carece de chaflanes para carga y descarga.

Cierto que éstos no resuelven el problema porque muchos conductores se paran donde les parece, pero no es menos cierto que Barcelona no ha aumentado las zonas de carga y descarga al ritmo en que han crecido la distribución de mercancías y las entregas a domicilio.

La segunda línea, la D20, discurre por dos calles altamente conflictivas. Una es el Paral·lel multiusos; la otra el eje Sants-Creu Coberta. Una continuidad de comercios y negocios sin zona alguna para carga y descarga.

El consistorio sostenía (ya en la época de Joan Clos en la alcaldía) que la solución era la autorregulación. Es decir, no hacer nada. Se sigue aplicando la receta. Y así va: todos insatisfechos, menos el consistorio.

Al mismo tiempo que TMB ensayaba las videocámaras en dos autobuses, el Ayuntamiento de Barcelona optaba por cámaras de reconocimiento para regular las infracciones que puedan cometerse en la renovada Via Laietana.

Algo habrá que hacer porque, contra los pronósticos de los equipos de Ada Colau y compañía, el tráfico no disminuye en la ciudad. Al contrario. Además, salvo de noche, ya no hay horas valle. Todo está lleno casi siempre. Unas veces más y otras menos, pero lleno.

Las apreturas, como han visto los etólogos al analizar el comportamiento de las ratas, disparan la agresividad. Y el incivismo. Y las conductas incívicas son la primera causa de los problemas del tráfico,

Lo que está claro es que la solución será global o no resolverá nada. Pacificar una calle o varias es estupendo para los vecinos, pero lo único que hace es desplazar el problema.

Eso si, no comporta consecuencias imprevistas.

Es lo que ha ocurrido en la calle de Pi i Maragall: pensada para peatones, el paso de autobuses y camiones ha hundido el pavimento proyectado para soportar menos peso. Una millonada para corregirlo.

Ocurre lo mismo en otras calles peatonalizadas en las que siguen pasando coches, camionetas y camiones porque el consistorio no hace que se respeten las restricciones.

Quizás convenga recordarlo: los que pierden el tiempo en el autobús son víctimas a medias del incivismo y de una mala planificación municipal. Víctimas condenadas cada día a pagar una multa de minutos, bastantes, perdidos inútilmente.

Por si alguien no lo recuerda: el hombre sólo es tiempo. Se le puede acortar éste por un extremo o por el medio. Y las dos cosas son inaceptables.