
Formación en el Pati de Banderes del ISPC Barcelona
Así se forman los futuros Mossos d'Esquadra de toda Catalunya: tras las aulas del ISPC
La academia de policía abre sus puertas a 'Metrópoli' para mostrar cómo se prepara a la próxima generación de la policía catalana: prácticas de tiro, simulaciones reales y muchas horas de estudio
En la antigua Escola de Policia de Catalunya (EPC) no había cabida para tonterías. Los aspirantes a agentes de los Mossos d'Esquadra vestían pantalones de pinza y camisas de un color azul claro. Se diferenciaban de los ya "graduados" con una especie de boina o gorra roja que recordaba a la de los ferroviarios. Y los zapatos, mejor olvidarlos: calzado de cuero que dejaba unas heridas horrorosas en los pies que tardaban días en curar.
Hoy, el actual Institut de Seguretat Pública de Catalunya (ISPC) ha cambiado. Las instalaciones siguen siendo las mismas de los años 80, aunque ahora están en obras de mejora y ampliación para las generaciones venideras, que serán muchas y abundantes. Pero los aspirantes se sienten más integrados. El uniforme que portan durante su enseñanza es el operativo, el de la calle. Y llevan bordado en él desde el primer día el escudo del cuerpo. Un emblema que antes "se ganaba" con sudor y lágrimas prácticamente.

Aspirantes a Mossos d'Esquadra y Guardia Urbana formando en el patio de banderas del ISPC Barcelona
Formación
La mayoría de los aspirantes son jóvenes. Por eso quizá el ambiente que se respira en esta "academia de policía" ubicada en Mollet del Vallès recuerda, salvando las distancias, al de una facultad universitaria. Aunque los estudiantes ordinarios no se mueven por bloques ni en formación como hacen los futuros mossos.

Aspirantes a Mossos d'Esquadra y Guardia Urbana por el ISPC Barcelona
Se desplazan de una punta a otra de este "campus", siempre con algún instructor. Algunos se dirigen a las galerías de tiro y otros al boulevard, esa especie de "ciudad subterránea" donde los protagonistas de estas líneas simulan enfrentarse a situaciones reales.
Intentos de suicidio, altercados en la vía pública, fiestas en viviendas que se descontrolan, entradas en una discoteca --bautizada recientemente como Titus Carpa-- o violencias de género son algunos de los escenarios que se representan en el espacio.

Aspirantes a Mossos d'Esquadra y Guardia Urbana practicando tiro en el ISPC Barcelona
También acuden a las aulas para las sesiones más teóricas o al pabellón, donde un tatami que espera triplicar su tamaño en los próximos meses los aguarda para las clases de defensa personal. ¿El punto de encuentro? La cafetería-comedor. Allí, futuros mossos, guardias urbanos, bomberos y forestales intercambian anécdotas y experiencias. También anhelos y miedos.
La misma exigencia
Los miles de aspirantes se dividen entre el turno de mañana y el de tarde para aprender el oficio. Forman a primera hora en el emblemático patio de banderas y vuelven a formar al terminar la jornada. La rectitud todavía es uno de los valores del ISPC, explican desde el Área de Instructores, aunque los más veteranos --los "caimanes" en argot policial-- lo vean diferente.
Atiende a Metrópoli el inspector Iván Quintana, jefe del Área de Instructores de la policía. El inspector está seguro de que el nivel de exigencia a lo largo de los años no ha cambiado. Lo que sí lo ha hecho es el perfil del aspirante. "Son nuevas generaciones que vienen con Internet bajo el brazo, con muchas ganas", explica a este medio durante una entrevista en su despacho.

Iván Quintana, Inspector jefe del Área de Instructores del ISPC Barcelona
De periodista a policía
Uno de esos ejemplos es el de Alba. La joven de 25 años se dedicaba al periodismo de sucesos --desde este medio se la recuerda de una forma especial-- cuando decidió cambiar de rumbo e ir más allá: opositó para ser mossa. Al tercer intento --no se rindió nunca-- logró entrar en la academia y hasta ahora es la experiencia más "enriquecedora" que ha vivido.
"La Alba que entró no tiene nada que ver con la que sale", relata a este medio la futura policía. Casi nueve meses de formación después, un proceso que define como "intenso", la joven se nota diferente. Y está deseando hacer carrera en el cuerpo.

Alba, aspirante a mossa d'esquadra Barcelona
"El punto fuerte no es lo físico"
Para Quintana, el punto fuerte de los futuros mossos no es su capacidad física. "Sí que se les inculca la cultura del mantenimiento, pero no es lo primordial", explica a este medio. Hoy se valoran otras cosas: manejo de redes sociales, nuevas tecnologías, conocimientos en ciberdelincuencia...
"Sí que es verdad que el concepto de autoridad les cuesta más", admite el inspector, que también fue jefe del Área de Recursos Operatius (ARRO) en Barcelona. Pero parece que en el ISPC se controla al redil.

Una de las prácticas de bulevard en el ISPC Barcelona
Formación
Cientos de aspirantes se dividen por grupos en el bulevard supervisados por una psicóloga. Mientras algunos compañeros hacen por unos momentos de actores y se meten en el papel, los otros deben practicar los servicios. Con tarjetas de color amarillo y rojo, el resto de la sección les van indicando si van por el buen camino o no.
Aprenden a enmanillar, a reducir. Pero también a tratar con el delincuente. O con la víctima. A buscar testimonios útiles que en una escena les puedan servir para esclarecer lo ocurrido o para conseguir pistas. "Porque siempre está el típico vecino cotilla que en vez de aclararte las cosas, te marea más. Hay que saber pillar a la gente", cuenta uno de los instructores.

Aspirantes a mossos y a Guardia Urbana practicando tiro en el ISPC Barcelona
Madre y policía
Núria es otra de las aspirantes al CME que lo apostó todo por vestir el uniforme. Y no fue fácil porque acababa de ser madre y a sus 39 años las pruebas físicas fueron las que más le costaron. "En la primera oposición no las superé, pero me lo tomé como un reto y al final lo conseguí", narra a Metrópoli.
Directa del mundo de la pedagogía, la mujer coincide con su compañera Alba: "Es duro, pero es gratificante al 100%. Aprendes cada día cosas nuevas, no sabes lo que te puede pasar, pero estoy donde quiero estar".

Núria, aspirante al CME Barcelona
Miles de mossos
Y es que parece que se buscan mossos. Esta promoción contará con más de 1.000 aspirantes graduados. Recientemente, ya se han publicado las bases para otra de 1.400 personas. Y las próximas, augura el Inspector Quintana, llegarán a las 2.000 y 2.500.
"Entramos un poco en el campo de la ficción, pero en los próximos 10 años habrá una sustitución de la plantilla en cuestión de edad. El 70% u 80% se tendrán que jubilar y esas plazas se repondrán", explica el instructor jefe.

Una práctica del bulevard en el ISPC Barcelona
Duras jornadas
Lo cierto es que los futuros mossos aprenden en tiempo récord todo tipo de cuestiones. Desde derecho hasta psicología, manipulación de armas, defensa personal, mediación o historia. Para algunos es como volver al instituto porque las clases se alargan --en el caso del turno de la mañana-- desde las 08:00 hasta las 14:30 horas. Y los nervios antes de un examen son los mismos. Aunque hoy el sistema de evaluación es diferente: los hay que pueden graduarse si han suspendido alguna asignatura que no sea troncal.
Pero precisamente por eso se crea un ambiente de compañerismo que pasa a ser su "todo". Se dice que la academia es una especie de burbuja. Los aspirantes están de acuerdo, pero lo viven con orgullo porque detrás de las largas y duras jornadas está su objetivo a conseguir.

Carles, aspirante al CME Barcelona
Consecuencias legales
Carles, otro aspirante, vive cerca de Mollet y se levanta a las 06:00 horas. Es un "afortunado" en ese sentido. Coincide con sus compañeras: "Es duro, pero a medias, porque también es muy agradecido", explica.
Lo más destacado que se lleva de la experiencia es "el sentido de la responsabilidad": "Lo que hacemos tiene consecuencias legales y disciplinarias". Importante este apunte en un contexto en el que todas las actuaciones policiales están en el punto de mira a diario de una ciudadanía que lo graba todo y lo difunde por las redes sociales.

Un casquillo de una de las balas que los aspirantes a mossos disparan en el ISPC Barcelona
Más que una profesión
Ser mosso d’esquadra va mucho más allá de portar un arma o patrullar las calles. En el ISPC, los aspirantes aprenden que su papel implica vocación de servicio, empatía y un profundo respeto por la ciudadanía.
La formación no solo moldea cuerpos, sino también conciencias: las de quienes, en unos meses, tendrán la responsabilidad de actuar con firmeza, pero también con sensibilidad, en situaciones límite.

Aspirantes a mossos practicando tiro en el ISPC Barcelona
Quienes se forman hoy en Mollet representan una nueva generación de policías. Más preparada en tecnología, más consciente de su impacto social y, sobre todo, más diversa. Madres, periodistas, jóvenes con vocación o adultos en búsqueda de un nuevo propósito: todos comparten el anhelo de dejar una huella positiva desde el uniforme. El relevo está en marcha, y promete una policía más cercana y adaptada a los nuevos tiempos.