
Homenaje a Margarita Xirgu en el Raval
La plaza del centro de Barcelona que es un "respiro" entre el bullicio: esconde un homenaje al 'alma' del Romea
A pocos pasos del Teatre Romea, una escultura abstracta de Eudald Serra, inaugurada en 1988, recuerda a la gran dama del teatro con una cita de su gran amigo Lorca
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Hay plazas en Barcelona que son más un respiro que un destino. Un atajo, un ensanchamiento imprevisto en la trama densa del Raval.
La Plaça del Canonge Colom es una de ellas: un remanso de paso entre el bullicio de la Rambla y el laberinto del Gòtic. Y es precisamente ahí, en esa discreción casi anónima, donde una figura abstracta parece danzar en silencio.
No es una estatua al uso. No hay rostro, ni pose reconocible. Son 224 centímetros de bronce sobre una sólida peana de mármol verde.
Un homenaje a Margarida Xirgu
Un gesto congelado que el escultor Eudald Serra modeló no para retratar un cuerpo, sino para capturar la estela de una presencia arrolladora. Es un retazo de tela que se arremolina en el aire. Es Margarida Xirgu.
La pieza, inaugurada en 1988, tiene una ubicación que no es casual. A pocos metros, el Teatre Romea sigue levantando el telón, el mismo escenario que vibró con el talento de la Xirgu, la actriz de Molins de Rei que se convirtió en mito universal.
Serra prefirió evocar su esencia: el movimiento, la pasión escénica, esa fuerza que transformaba cada papel en un acontecimiento. Pero es en la base donde el homenaje cobra toda su dimensión.

Monumento a Margarida Xirgu
Palabras de Federico García Lorca
Las palabras, grabadas en el pedestal, no son de un cualquiera. Pertenecen a Federico García Lorca, su amigo, su cómplice creativo, el poeta al que ella le dio voz estrenando obras como Yerma en esta misma ciudad.
"La gran Margarida Xirgu, actriz de inmaculada historia artística. Lumbrera del teatro español y admirable creadora". Un epitafio en vida, casi una profecía del legado que ambos dejarían, marcado por el genio y la tragedia del exilio.
Un monumento para ser sentido
Quizás por eso, su homenaje no está en una gran avenida, sino aquí, en la penumbra cómplice de un rincón del Raval. Un tributo abstracto y silencioso a una mujer cuya voz resonó en el mundo entero.
Un monumento que no pide ser mirado, sino sentido; que espera, paciente, a que el paseante levante la vista y descubra el eco de un aplauso que el tiempo no ha podido apagar.