
Ruth, la veterinaria de Sant Adrià Barcelona
Ruth Fargas, veterinaria en Sant Adrià de Besòs: "Si nos saltamos la nueva ley nos caen multas de hasta 120.000 euros"
La profesional, querida por todos los vecinos, lleva dos décadas ejerciendo su profesión en la ciudad y atiende a una veintena de casos diarios: denuncia que el nuevo Real Decreto va en contra de los animales
Los animales están encantados con ella. Y sus dueños, todavía más. Quien pregunte por la clínica veterinaria de Ruth Fargas en Sant Adrià de Besòs solo escuchará buenas críticas, algo casi imposible hoy en día con tanta exigencia e impaciencia.
Ruth abrió su veterinaria de la calle Mossèn Cinto Verdaguer, en el centro del municipio, hace ya 12 años. Pero no vino "de nuevas". Ya estuvo atendiendo a peludos en la calle de Maragall. Casi dos décadas viendo nacer, crecer y morir a perros y a gatos, desde el principio hasta el final.

Una de las salas de la veterinaria de Sant Adrià Barcelona
Una veterinaria "muy de barrio"
Pequeña, pero apañada. La consulta de Ruth atiende a diario una veintena de casos, "de todos los colores", explica en conversación con Metrópoli la licenciada en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB).
Siempre con su estetoscopio, la veterinaria está muy agradecida del trato de sus clientes: "Somos muy de barrio", asegura. Únicamente funciona como consulta: "No hacemos urgencias porque estoy sola. Cuando no puedo o no tengo los medios, derivo los casos al AniCura, a Badalona o incluso al Hospital Veterinario del Mar. Hago lo que puedo", explica Ruth.

La clínica veterinaria de Ruth Fargas, en Sant Adrià Barcelona
La "Ley 666"
Sin embargo, el sector está en pie de guerra. La entrada en vigor del Real Decreto 666/2023, conocido popularmente como Ley del Medicamento o Ley de Medicamentos Veterinarios, "es un drama", denuncia Ruth.
"No es a favor de los animales, todo lo contrario", opina la veterinaria. Y es que la normativa española que se desarrolló para aplicar este reglamento impone restricciones importantes a los veterinarios a la hora de administrar medicamentos, lo cual en situaciones urgentes puede poner en peligro la vida de los pacientes, como ya ha sucedido en diferentes zonas de España.

La clínica veterinaria de Ruth Fargas, en Sant Adrià Barcelona
"Es un despropósito"
Ruth lo argumenta: "Todo es más caro. No puedo recetar medicamentos ni prescribir pastillas como antes, ahora todo tiene que ser de farmacia. En vez de comprar la dosis necesaria por el peso del animal, tienes que comprar cajas de 10, 20 o 30".
Un "despropósito", dice la profesional, que afecta sobre todo a los animales con enfermedades crónicas o patologías. "Nos obligan a hacer cultivos para recetar cualquier tipo de antibiótico y eso tarda de cinco a 10 días. Mientras tanto, no podemos medicar al paciente, lo que puede provocar que se muera", denuncia la veterinaria.

La clínica veterinaria de Ruth Fargas, en Sant Adrià Barcelona
El procedimiento indigna y frustra a Ruth, que con su experiencia y la cercanía de su consulta, conoce cada caso a la perfección. "Encuentro absurdo que si sé que un perro tiene hipotiroidismo y sé la medicación que le va bien, ahora tenga que hacer varias visitas con el coste que ello supone, más la receta farmacéutica". En resumen, "mil pegas" para la salud de los peludos que provocan auténticos dramas.
Multas desorbitadas
Y si alguna clínica veterinaria intenta, bajo manga, poner de su parte y saltarse la normativa en pro de sus pacientes, el castigo es severo: "Nos caen multas enormes, desorbitadas, de 90.000 o 120.000 euros", se queja Ruth.
Ya pasó en Baleares, por ejemplo. Un veterinario fue sancionado con una multa de 90.000 euros por haber vendido medicamentos en la consulta sin atenerse al procedimiento que marca la normativa.

Ruth Fargas, la veterinaria de Sant Adrià Barcelona
Tráfico de medicamentos
Y como pasa con las restricciones de cualquier tipo, de la prohibición surge un mercado negro. En este caso, de medicamentos de animales. "Si a una persona le sobran cinco pastillas de un tratamiento de un perro de cinco kilos y el vecino, que tiene otro que pesa 10, las necesita, pues las multiplican por dos y se las venden o se las pasan". El trapicheo, de toda la vida. "Ahora, en vez de tener cajas con medicamentos para humanos, acumularemos las de los perros".
Aunque ni eso es posible. "En teoría, con esta nueva ley, la medicación que sobra me la tienen que traer y yo tengo que firmar un consentimiento para que vuelvan a dársela a los animales. Obviamente, nadie hará eso", deduce Ruth.

La clínica veterinaria de Ruth Fargas, en Sant Adrià Barcelona
Pastillas online
Los dueños de mascotas también utilizan Internet, sin ningún tipo de filtro, para comprar medicamentos ya prohibidos aquí. "Igual la composición es la misma, pero, ¿cómo sabemos si no es un placebo o vete tú a saber qué?", se pregunta la veterinaria de Sant Adrià.
Por no hablar de los viajes a Andorra, donde también es posible encontrar las medicinas de libre venta, "mientras aquí me exigen una receta, una visita, un registro...", denuncia Ruth.

La clínica veterinaria de Ruth Fargas, en Sant Adrià Barcelona
Menos adopciones
Todo ello se traduce en menos adopciones y más abandonos. Aunque, afortunadamente, la veterinaria adrianense no se ha encontrado ningún caso, asegura que ya está pasando en otras zonas del país.
El coste de los tratamientos o de la manutención de una mascota ha aumentado tanto tras la imposición de este decreto que algunas personas --si se les atribuye cualquier rasgo de humanidad-- deciden tirar la toalla y dejar atrás a sus peludos.

La clínica veterinaria de Ruth Fargas, en Sant Adrià Barcelona
Manifestaciones
La situación ha generado mucha preocupación por parte de veterinarios y otras personas, que piden que la ley sea derogada o modificada.
En la capital catalana ya se han convocado diferentes manifestaciones, pero no es suficiente. Desde Sant Adrià, Ruth hace un llamamiento a los dueños de mascotas: "También tienen que salir a la calle a protestar, son los principales afectados, no solo los que estamos en el sector".
Negocio humilde
Sea como fuere, la mujer seguirá ejerciendo su profesión de la mejor manera posible, dentro de sus limitaciones.
Molly, Tobi o Cuqui son algunos de los pacientes que han pasado por esta pequeña clínica. Dos de ellos ya fallecieron, pero lo hicieron en buenas manos. Una, tras 15 años dando "guerra" en brazos de su dueña, y el otro, más de lo mismo. Se fueron rodeados de gente que los quería y ambos finalizaron su trayecto de vida en la veterinaria de Ruth.