
Turgut Durduran, expat afincado en Castelldefels, en conversación con Metrópoli
Turgut, un ‘expat’ afincado en Castelldefels: “Mi hija va al CAU y cada año celebramos Sant Jordi”
El físico originario de Chipre es profesor en el Instituto de Ciencias Fotónicas (ICFO), uno de los centros de investigación en tecnologías ópticas más importantes del mundo
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Barcelona se ha convertido, desde hace años, en uno de los destinos predilectos para los expats, un concepto que hace referencia a aquellas personas que residen temporal o permanentemente en un país distinto al suyo, generalmente por motivos laborales, profesionales o personales.
Sol, mar, gastronomía, un ritmo más pausado y, sobre todo, una percepción de bienestar que muchos aseguran no haber encontrado en sus países de origen. En torno a estos expatriados –emprendedores digitales, investigadores, creativos o nómadas tecnológicos– se ha construido un imaginario colectivo donde todo parece más fácil: mejores condiciones laborales, sueldos competitivos, conciliación familiar y una vida social activa.
Turgut Durduran llegó a Barcelona en 2009. En aquel entonces, el término expat era todavía desconocido, así como la influencia que este colectivo tendría en la transformación de la ciudad. Tampoco este físico originario de Chipre imaginaba entonces lo que le depararía el futuro. “Mi vida ha cambiado mucho desde que me vine a vivir a Sitges”, explica en conversación con Metrópoli.

Turgut Durduran, expat afincado en Castelldefels, en conversación con Metrópoli Barcelona
Antes de establecerse en la ciudad costera, Turgut vivió durante 16 años en Filadelfia, Estados Unidos. “España es muy diferente de América. Aquí hay muchas más horas de luz, lo que hace que la gente pase mucho más tiempo al aire libre: en la playa, socializando en las terrazas de los bares, en restaurantes o durante la hora del café”, destaca.
Ya ha pasado más de una década desde que Turgut llegó a Sitges con su mujer. Ahora, no solo le une a la ciudad su trabajo, sino también sus dos hijas, nacidas aquí. Y aunque confiesa que echa de menos la comida de su país natal, una cosa tiene clara: quiere quedarse aquí para siempre. “No tengo planes de volver. Soy feliz aquí con mi familia”, afirma.
Investigador en el ICFO
Turgut es profesor de física en el Instituto de Ciencias Fotónicas (ICFO) de Castelldefels, uno de los centros de investigación en tecnologías ópticas más prestigiosos del mundo. Lidera un equipo de 25 personas con quienes se reúne para evaluar proyectos y definir nuevas líneas de investigación. “El ambiente de trabajo es muy bueno. En Filadelfia trabajaba en un campus diez veces más grande”, comenta.

Instituto de Ciencias Fotónicas (ICFO) de Castelldefels Barcelona
Además de su labor como docente, Turgut es también investigador, lo que le lleva a pasar muchas horas en el laboratorio. Por eso, cuando termina su jornada, le gusta pasar tiempo con su familia. “Me gusta enseñarles cosas a mis hijas. Pasamos mucho tiempo en la naturaleza estudiando plantas. En casa hacemos actividades de robótica porque nos gusta la electrónica. Además, suelo hacer excursiones en solitario”, relata a este medio.
Entre sus aficiones también destaca la fotografía. Valora pasar tiempo con sus amigos, la mayoría de habla inglesa. “Los fines de semana solemos hacer actividades al aire libre”. La gastronomía española es otra de sus pasiones: “nos encanta”, dice con una sonrisa.
Esfuerzo por integrarse
Turgut ha hecho todo lo posible por integrarse en Barcelona. De hecho, nos confiesa que antes de mudarse tomó algunas clases de español en Filadelfia, idioma que entiende perfectamente. “Cuando llegué, estaba muy centrado en mi investigación y no tuve tiempo de seguir estudiando, así que lo aprendí a base de hablar con la gente de la universidad”, recuerda.
El catalán, sin embargo, lo domina mejor. Lo aprendió para poder comunicarse con sus hijas y ayudarlas con las tareas escolares. Aun así, admite que su rutina diaria transcurre mayoritariamente en inglés: “en el instituto casi todo el mundo habla inglés, y la mayoría de nuestros amigos también”.

Turgut Durduran, expat afincado en Castelldefels, en conversación con Metrópoli Barcelona
Sus hijas, nacidas en Barcelona, hablan cinco idiomas: español, catalán, turco, alemán e inglés. “Mi hija pequeña va al CAU, donde ha aprendido mucho sobre el movimiento scout”, explica con orgullo. Ambas han estudiado en la escuela pública, donde han aprendido sobre la historia, cultura y tradiciones locales. “Celebramos Sant Jordi”, comenta con una sonrisa.
Para Turgut, conocer el lugar en el que uno vive es fundamental. Por eso, a menudo lee con sus hijas sobre la historia de Castelldefels. Entre anécdotas, comparte una curiosidad que siempre le ha hecho gracia: “¿Sabías que se dice que un turco llamado Turgut atacó el Castillo de Castelldefels en el siglo XVI?”, cuenta entre risas. “¡Estaba predestinado a venir!”, bromea.
Posición privilegiada
A la pregunta de si recomendaría Barcelona a otros expats, Turgut no lo duda: “creo que, para cualquier persona con un buen trabajo, estabilidad laboral y un alto poder adquisitivo, Barcelona es un lugar excelente para vivir”. Aunque es consciente de los problemas actuales de la ciudad, como el acceso a la vivienda o el encarecimiento del alquiler, reconoce que su situación, que califica de “privilegiada”, le permite mantenerse al margen de estas dificultades.

Barcelona
Esa posición favorable no es común entre todos los expats que se instalan en la ciudad. “Mi situación no es la habitual, pero aquí el ámbito de la investigación está muy bien considerado. Catalunya tiene un gran programa, ICREA, impulsado por la Generalitat, que atrae talento internacional para abrir nuevas líneas de investigación”, expresa a este digital.
Su mujer también trabaja, aunque al principio le resultó complicado encontrar empleo debido a la crisis financiera.

Turgut Durduran, expat afincado en Castelldefels e investigador en el ICFO Barcelona
Turgut solía viajar dos veces al año a Chipre, su ciudad natal. Sin embargo, ahora lo hace con menos frecuencia. Sus padres, ya mayores, también se han mudado a Castelldefels. “Los traje porque necesitan atención. Ellos viven en el centro del municipio, nosotros en Les Botigues. Están contentos aquí”, concluye.